Saturday, October 21, 2006

La otra historia.

Está mas que comprobado que el papel aguanta lo que le echen. Una vez que hemos escrito lo que nos interesaba, se aliña con una buena campaña publicitaria en el periódico o cadena de TV propiedad del mismo que está interesado en propagar las historias, y ya tenemos a medio país jurando por lo mas sagrado, que la Madre Teresa de Calcuta era en realidad, la directora espiritual del Cártel de Medellín. En realidad todo es cuestión de proponérselo. El campo está abonado con una sociedad que considera el pararse a pensar y discurrir es un esfuerzo sobrehumano que le puede alejar de sus inmediatos objetivos de lucro y bienestar. Solo hay que tirar la semilla en el momento oportuno, en el lugar adecuado, regarla con un poquito de propaganda y los resultados suelen ser espectaculares. Por supuesto que esto no es privativo de la sociedad actual. Desde que el mundo es mundo y al espabilado de turno se le ocurrió dejar por escrito lo que le interesaba ver, o al jerifalte que actuaba como mecenas del escribano, le señalaba a este lo que debía escribir, la historia se asemeja mas a un cuento que a la relación veraz e imparcial de los hechos ocurridos. ¿Que no lo creen vuestras mercedes así? Lean y juzguen. Haciendo un esfuerzo podríamos empezar por lo que se conoce como prehistoria, que por no tener absolutamente nada escrito que pueda servir de referencia, tenemos que echar mano de las interpretaciones que realizan sesudos investigadores con marcada afición al gremio del bricolaje. Por ejemplo, ¿se han dado cuenta vuestras mercedes de la cantidad de vueltas al tarro que han dado, siguen dando y darán, paleontólogos y demás tropa científica para tratar de dar un significado a los bisontes de Altamira y demás arte paleolítico de nuestros abuelos componentes de la etnia homo sapiens. En función del grado de inteligencia que atesora el científico de turno, las interpretaciones pueden ser de lo mas dispar. Desde la representación del animal que deseaban llevarse a la cazuela, hasta la plegaria pictórica elevada a la Diosa Madre Tierra por proporcionarle tan suculento manjar. Todo, para ocultarnos que fueron realizadas por el antecesor grafiterus. Es decir por simples y banales adolescentes grafiteros, que al no conocer la escritura se apoyaban para sus guarradas en lo único que por entonces podían representar (lo de la representación de la figura humana fue posterior. Cuando se aprobó la ley del divorcio cromañodiense). La perduración de estas pinturas hasta nuestros días se debe a la intervención de las féminas trogloditas; que al comprobar lo mono que quedaban las pinturas en el fondo de las cuevas, lo adoptaron en plan de decoración. En el caso particular de algunas grutas, en que la cantidad de representaciones es elevada; responde a la tendencia genética de alguna de nuestras abuelas a cambiar reiteradamente de decorado. Ya que conocemos la verdad sobre las pinturas rupestres; solamente nos queda añadir el esclarecimiento de otro enigma recientemente descubierto: la sima de los huesos en Atapuerca. Dicen nuestros científicos que se trata de un enterramiento colectivo; y en esto no nos mienten; pero lo que tratan de ocultar, es el porqué de este tipo de enterramientos. El enigma de la sima de los huesos, hay que buscarlo en la enagenación mental transitoria de un chamán, que intentó adelantarse en el tiempo e inventó un procedimiento para la realización de radiografías. Las radiografías le salieron de puta madre, pero de nada sirvieron para curar a los incautos pacientes. ¡Por cierto!, si en alguna de las fotografías en que aparecen los cráneos amontonados en la sima, advierten vuestras mercedes uno con mas abolladuras que la furgoneta de un hipy; ese es el que corresponde al chamán. En aquella época no se había inventado la aspirina, pero como remedio ya era conocido el jarabe de palo. Así que le trataron la enajenación mental con el vil garrotazo (no confundir con el garrote vil). Otro asunto distinto, es el de las manos que aparecen en las paredes de algunas cuevas. En realidad no tienen nada de mágicas ni leches. Son la manera de protestar que tenían aquellos componentes de la tribu o del clan, que cobardemente no querían líos con las tribus vecinas y optaban por la no violencia ante las demandas abusivas de sus vecinos. Siempre, ¡eso si! que lo cedido fuera comunal. Posteriormente se ha copiado esa estrategia y se denominó Movimiento de Manos Blancas. Si damos un salto en el proceso histórico español, y empezamos a leer lo poco que hay escrito de nuestros antecesores peninsulares; podemos observar como el aldeanismo etnológico y cutre ya había calado entre nosotros. Lean vuestras mercedes a Polibio, Estrabón y otros colegas de pluma y comprobarán que ya teníamos la manía de diferenciarnos radicalmente unos de otros. Cántabros, Astures, Vascones, Vacceos, Arévacos, Carpetanos y así ciento y la madre poblaban nuestras tierras y sumaban puntos para posteriores hechos diferenciadores, susceptibles de ser empleados por racistas descerebrados y políticos sin vergüenza. Además, no contentos con marcar de forma exagerada las pobres diferencias existentes, nos dedicábamos con digno entusiasmo a joder al vecino, robándole aquello de que era poseedor y le faltaba al otro. Tan entretenidos y absortos estábamos en el deporte nacional, que mientras vecinos de toda la vida se dedicaban a fastidiarse mutuamente, los imperialistas de la época se dedicaban a robar a todos. Como supondréis, me refiero al vil romano, que ya por entonces eran tan trapaceros como sus nietos de la selección de fútbol. Fue en aquella época cuando empezamos a cultivar el dicho ese de que Hispania es diferente. Si algún emperador tenía problemas para crucificar al caudillo de turno, ponía precio a su cabeza y la avaricia hacía el resto. En Hispania no. En Hispania era el propio interesado, al que habían puesto precio a su cabeza, el que acudía en persona a cobrar la recompensa. ¿Qué esto no es cierto? ¡Lean, lean algo sobre Coccorota y podrán comprender la cara que se le quedó a Augusto cuando un cántabro zarrapastroso apareció frente a el diciendo…Coccorota soy yo. ¡venga los denarios, que la cosa está muy jodida!. Posteriormente la familia de este señor emigró hacia el extremo nor-oriental de España y parece ser que su descendencia fue muy prolifera. Como eso de los caudillos empezaba a joder la marrana y observaron que todos terminaban afiliados al sindicato de esclavos romano o pasaban a dormir prematuramente el sueño eterno en compañía de los dioses del olimpo, dejaron de incordiar al Bush de turno romano y comenzaron a cambiar sus costumbres. Dejaron de un lado las pieles y comenzaron a utilizar la toga. Cambiaron la costumbre de mangar el trigo a sus vecinos y realizaron cursos acelerados para aprender el funcionamiento de un artilugio romano llamado arado. También se realizó la primera inversión lingüística; se adoptó la lengua del imperio y en vez de llamarse Istolacio, Indortes, Orison, Viriato o cualquier otro nombre de raíz autóctona, pasamos a llamarnos Luciano, Eulalia, Servando, Octavio etc. Pero el acontecimiento mas importante y que consiguió la primera unificación entre las costumbres de los hispanos, fue una bebida que trajeron de oriente y que se denominaba vino. En esto no hubo problemas. Todos consensuaron la utilidad de su consumo. En el bebercio nuestra evolución ha sido inexistente. Cada vez que por algún medio nos llega la composición de algún líquido elemento con aditamento etílico, lo adoptamos inmediatamente. Esto llevó a una relajación en el modo de vida de nuestros abuelos. Ya nadie quería trabajar. Todos querían ser patricios o mercaderes, y menos aun hacer la mili en la IX Cohorte de la III Legión Gémina. Todos se hicieron activistas del movimiento de objeción de conciencia apoyándose en una religión importada de oriente y que predicaba la estupidez de ofrecer el carrillo derecho cuando ya te habían partido el izquierdo. En estas estábamos, cuando atraídos por las riquezas y porque, a pesar de denominarse godos, estaban en los huesos, del hambre que pasaban, aparecieron los primeros inmigrantes. Aquí nos tocaron varias etnias, pero parece que los que se quedaron fueron los llamados visigodos. Estos inmigrantes, a pesar de no tener papeles, no se andaban con hostias a la hora de pedir asilo; así que en poco tiempo se hicieron dueños de toda la Hispania obligando a cambiar las costumbres una vez más. Como siempre, la primera costumbre que inmediatamente se adoptó fue la relacionada con el bebercio. Estos inmigrante violentos no conocían el vino, pero a cambio, traían de las tierras norteñas una bebida llamada cerveza, que en función de su elaboración paso a denominarse Keler, Mahou, Aguila, Kalsberg y no se cuantos mas nombres raros. Otra curiosidad que se ha conservado hasta nuestros días es el aditamento cornudo que ostentaban en sus cascos. El asunto procede de las borracheras tan estrepitosas que cosechaban en sus botellones comunitarios. Mientras los machistas visigodos se lo pasaban bebiendo y cantando aquello de ¡ …de babor, de babor a estribor y de proa a popa!, los hispano-romanos se lo pasaban de puta madre con las valquirias de turno. De esta manera quedó para la posteridad la calificación de cornudo para las victimas de semejantes eventos. Por supuesto que también impusieron su lenguaje, y no dudamos en seguir la moda y bautizar a las criaturas con nombres tales como: Sisebuto, Leovigildo, Gunemunda y un montón más que por su dificultad para memorizarlos, los apuntaron en una lista que no hay Dios que se la aprenda. Esta costumbre de cambiar los nombres a nuestros infantes en intima relación con la moda, ha durado hasta nuestros días. No es difícil encontrar entre el santoral español actual, nombres como Jhony, Jennifer, Eleonor., Vanesa, Kevyn-Kosner de Todos los Santos, etc. (disculpen vuestras mercedes la inexactitud en la trascripción; es que me resulta mas difícil escribirlos, que la lista de nombres godos). Lo jodido de verdad, será el día que el Islam nos lo metan por donde todos imaginamos. A ver quien es el abuelo capaz de llamar a su nieto Ab-El- Crim-Ben –El Chatabi. Otra secuela de dejar entrar a los godos sin papeles en Hispania, fue el cambio de Caudillos por Reyes; que es lo mismo pero asegurando el momio eternamente para el clan familiar. Tan apetecible era esto de mandar, que ya entre los godos andaban a leches para cambiar de jefe. En realidad, los reinados duraban menos que un telediario de los de entonces. Al que no asesinaban, lo envenenaban, y si no podían con el, lo mandaban de caza y sobornaban a un oso para que lo hiciera desaparecer. El Rey Favila se largó de caza y se lo merendó un Ursus Pardus Cantabricus. Luego, cuando preguntaron donde estaba el Rey, alguien dijo ¡quien sabe donde!. De este hecho histórico copió Lobatón su programa televisivo posteriormente. Como no habíamos escarmentado en eso de pelearnos entre nosotros, y los vascones ya andaban pidiendo la autodeterminación (son monotemáticos estos tíos); apareció un tal Julián que no simpatizaba con el jefe, llamado Rodrigo, y aprovechando que estaba de vacaciones por la actual Marbella, se puso en contacto con nuestros primos del otro lado del estrecho, e inventó el turismo en la Costa del Sol y el transporte en pateras. No sería de extrañar que aquel Julián que la armó en la época de Tarik, dejase algún descendiente por la zona y el Julián que fue alcalde de Marbella hasta hace cuatro días, fuera algún requetataranieto del pisacharcos aquél Nuestros primos magrebís adivinaron el chollo que la península representaba y rápidamente ocuparon toda la finca a excepción de puertu Pajares para arriba, porque les pilló en invierno y no tenían cadenas. ¡Ocho siglos de los de antes, nos costó echar a los huéspedes! (nota para las víctimas de la LOGSE. 8 siglos = 800 años) Cuando los supervivientes de la batalla de Guadalete aparecieron derrotados y mas humillados que la selección española de fútbol actual por tierras asturianas, se los comenzó a llamar Rodríguez (hijos de Rodrigo) y eso que tuvieron pena de ellos, porque en realidad los querían llamar hijos de puta; pero la sangre no llegó al río. Una consecuencia buena de todo este lío, es que los españoles comenzamos a disfrutar de vacaciones estivales en otras tierras. En invierno nos quedábamos en casita aguantando a la parentela; pero llegando el buen tiempo, ante la perspectiva de las obras en la choza, nos conchabábamos con el Rey de turno, agarrábamos “la Tizona” y nos largábamos una temporada con el pretexto de matar moros. Lo malo es que muchas veces nuestros primos del turbante, nos zurraban la badana y regresábamos al chalet de adobe, sin dinero, averiados de chapa y pintura y sin habernos comido una rosca con las moras. En este punto histórico empezó a practicarse el machismo cavernícola y casposo. Resultaba que la parienta con la prole en la aldea y cuidando de las cabras. Si era de las que les gustaba la juerga, la dejábamos con el cinturón de castidad de hoja de lata; mientras nosotros, envidiando como tito Mohamed se lo hacia con todo un harén, nos perdíamos una temporadita por el morro. Todavía no me explico como no nos pasamos en masa al Islam. Supongo que no lo hicimos al pensar lo duro que es convivir con una señora y sospechar que el hacerlo con dos o tres sería un suicidio. Hay historiadores que aducen la propensión que tenían las adoradoras de Alá por gastarse los dinares (dinero) en gasas, babuchas, velos y demás zarandajas del pret-a portez. Nuestras féminas, mucho más sobrias y austeras en esto de los trapos interesaban mas para la economía familiar. Con una túnica de sarga o lino, un cordón de cáñamo y unas sandalias de cuero, iban que chutaban. (Eso antes ¡claro!). No piensen vuestras mercedes que mientras tuvimos a los moros como esparrings, los castos cristianos nos llevábamos bien con el vecino; ¡nada de eso!; entre col y col estacazo al vecino para joderle algún castillo o robarle la cosecha. Tanta afición cogimos a este deporte de pegarnos con los de los pueblos de al lado, que cuando alcanzamos ciertas cotas de civismo, inventamos como sucedáneo la liga de fútbol. Si lo analizan detenidamente, observaran el paralelismo existente: Escudos identificativos de los distintos equipos a modo de heráldica particular. Bufandas y banderolas enarboladas con el mismo entusiasmo que los pendones y gallardetes. Capitanes de equipos en sustitución de los capitanes de mesnadas. Presidentes de clubs, realizando las funciones del señor feudal. Campos de fútbol con dos frentes a modo de campos de batalla, donde se alinean los distintos componentes: vanguardia o delantera, retaguardia o defensa. La caballería por las alas y un portero a modo de guardián del castillo o portería. Todo ello aliñado por una masa enloquecida que grita y aníma al ejército de sus colores. ¡Eso si!, como somos un pelín mas civilizados, colocamos a tres señores vestidos de negro para que la sangre no termine corriendo a raudales y para echarles la culpa de las derrotas en caso necesario. De todos modos, si la cosa no queda clara, volvemos a la edad media y a la salida del campo nos zurramos la badana a modo por eso de la honrilla. A todo esto, los jefes, jefecillos, jerifaltes, buscavidas y engañabobos de turno, que se hacían llamar Condes, Duques, Marqueses y la leche, se dieron cuenta que aquello de tener el dominio de un territorio, disponer de las vidas y sobre todo de las haciendas de los demás era cojonudo; comenzaron a maquinar la manera de independizarse del mandamás coronado que vivía en la capital. De esta manera se dan los primeros pasos para la formación de las Comunidades Autónomas, en el bando cristiano, y los llamados Reinos de Taifas entre los adoradores de Alá. No me pregunten quien era el tal Taifas. Se supone que era alguien parecido a Polanco, que mandaba en la sombra pero nadie sabía por donde andaba. ¡Se me olvidaba!. Es en la edad media cuando aparecen los primeros comunistas. El nombre viene dado por trabajar en un solar común. Es decir; el solar era comúnmente del Conde o Marqués y ellos trabajaban comúnmente para el capitalista de turno. Otros historiadores mas extremistas, nos dicen que el término comunista proviene de que eran los que comúnmente protestaban por todo y siempre echaban las culpas de sus desgracias a los demás. Vuestras mercedes elijan lo que mas les plazca. Durante mucho tiempo, la alternancia en la hegemonía política y militar se iba alternando de unos a otros. Los periodos podían extenderse a veces varias legislaturas; pero lo que estaba claro, era la existencia de un bipartidismo descarado: Moros y Cristianos. Algún que otro representante de la más civilizada Europa intentó meter aquí sus narices; pero terminaron saliendo con el rabo entre las piernas por Roncesvalles y esos cerros. Por suerte no todo eran disgustos entre magrebíes y cristianos apostólicos y romanos. Entre batalla y batalla se alternaba un poco y se cultivaban ciertas amistades, que a veces traían otros problemas. Un ejemplo puede ser el suceso que ocurrió en Tarifa entre un tal Guzmán, al que posteriormente llamaron “El Bueno” y su hijo. Además este episodio sirve para darnos cuenta de cómo se puede manipular la historia para engañar al personal. El caso fue, que el hijo de Guzmán salió un poco tarambana y le dio por aficionarse a la droga que traían los moritos desde la zona de Ketama. El padre estaba harto de darle dinero para juergas y que siempre suspendiese en la asignatura de esgrima; así que una noche en que el niño apareció torrija perdido delante del castillo y en compañía de una caterva de moros que pretendían celebrar un botellón en la plaza de armas; el padre se negó a franquearles la entrada y los mandó a todos por donde amargan los pepinos, al tiempo que tiraba una piedra y les gritaba ¡tuuuso!. Quiso la mala suerte que la piedra fuese a parar contra la mollera de su hijo y sin pasar por el Viático, lo mandase para el otro barrio. Esto sentó muy mal a los pacifistas, ecologistas y a los políticos que eran partidarios del proceso de paz con nuestros primos del turbante, y entonces entró en escena un segundón llamado Rub-Al-Cahaba, que era uno de esos tipejos capaces de vender a un gitano una cabra anoréxica y hacerla pasar por un pura sangre. Este señor, junto con su secretario Llama-za-Arees, se inventaron todo ese rollo del puñal y la defensa de la plaza de Tarifa para que el Rey no expulsara del partido al pobre Guzmán y junto a él, a estos dos tunantes. Este tipo de personajes siempre sobreviven a las más terribles adversidades, y es posible que algunos descendientes suyos medren en la política de las actuales calendas.

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