Friday, November 03, 2006

Che Guevara: Maquina Asesina.

Álvaro Vargas Llosa ha escrito una sombría, triste y reveladora descripción de los crímines cometidos por el Comandante Ché Guevara. Ser uno de los ídolos y mártires de la izquierda no es cosa fácil, hacen falta asesinar muchas personas para alcanzar tan adorada distinción, que normalmente viene acompañada de franelas y tatuajes con la respectiva cara impresa en ellas. El artículo es largo, así que sólo traduzco algunos fragmentos, para que aquellas almas descarriadas que usan la franelita del Ché, celebran su cumpleaños o quieren llamar a su hijo "Ernesto" en honor al asesino despiadado, sepan algunas de las cosas que este "caballero" hizo en vida: Guevara puede haber estado enamorado de su propia muerte, pero estaba mucho más enamorado de la muerte de otras personas. En abril de 1967, hablando por experiencia, Guevara resumió su idea homicida de justicia en su "Mensaje a la Tricontinental": Odio como elemento de lucha; odio inquebrantable por el enemigo, el cual empuja al ser humano más allá de sus limitaciones naturales, convirtiéndolo en una efectiva, violenta, selectiva y despiadada máquina asesina (...) Aunque su antigua novia Chichina Ferreyra duda que la versión original del diario de su viaje en motocicleta contenga la obervación: Siento dilatarse mis fosas nasales saboreando el acre olor a pólvora y a sangre de enemigo, Guevara sí compartió con Granado a tan temprana edad esta exclamación: ¿Revolución sin disparar un tiro? Estás loco. En otros instantes, el joven bohemio paracia incapaz de distinguir ligereza de la muerte como un espectáculo y la tragedia de las víctimas de la revolución. En una carta a su madre en 1954, escrita desde Guatemala, donde fue testigo del derrocamiento del gobierno revolucionario de Jacobo Arbenz, Guevara dijo: Fue una diversión total, con todas aquellas bombas, discursos y otras distracciones que rompían la monotonía en la que estaba viviendo Pero no todo fueron palabras y discursos, lamentablemente: En enero de 1957, tal como lo indica su diario de La Sierra Maestra, Guevara le dio un tiro a Eutimio Guerra porque le sospechaba de pasar información: Terminé el problema con una pistola calibre .32, en el lado derecho de su cerebro (...) sus pertenencias eran ahora mías. Luego mató a Aristidio, un campesino que exoresó el deseo de irse cuando los rebeldes llegaran. Aunque se preguntaba si esta víctima en particular era suficientemente culpable para merecer la muerte, no tuvo escrúpulos en matar a Echevarría, hermano de uno de sus camaradas por crímenes indeterminados: tenía que pagar el precio. Otras veces, simularía ejecuciones sin levarlas a cabo en realidad como método de tortura psicológica Hechos aislados, sin embargo, no lo levanatarían al pedestal de ídolo y mártir socialistas. Para eso, se debe ser asesino en masa. Guevara fue hecho jefe de la prisión de La Cabaña, San Carlos de la Cabaña. José Vilasuso pertenció al cuerpo encargado de los procesos sumarios: El Ché estaba encargado de la Comisión Depuradora. El proceso seguía a ley de la Sierra: había una corte militar y las instrucciones del Ché para nosotros eran que debíamos actuar con convicción, queriendo decir con esto, que ellos eran todos unos asesinos y que la manera revolucionaria de proceder era ser implacable. Mi superior directo era Miguel Duque Estrada (...) Las ejecuciones se llevaban a cabo de lunes a viernes, en medio de la noche, justo desupés que la sentencia era entregada y confirmada automáticamente por el cuerpo de apelaciones. En la noche más espantosa que recuerdo, siete hombres fueron ejecutados Vargas Llosa se pregunta, ¿Cuántas personas fueron asesinadas en La Cabaña? Pedro Corzo ofrece una cifra de alrededor de doscientas, similar a la dada por Armando Lago, (...) que ha recolectado una lista de 179 nombres como parte de una investigación de ocho años sobre las ejecuciones en Cuba. Vilasuso me dijo que cuatrocientas personas fueron ejecutadas entre enero y finales de junio de 1959 (momento en el cul el Ché dejó de estar a cargo de La Cabaña) (...) Félix Rodríguez, un agente de la CIA que formaba parte de equipo encargado de cazar al Ché en Bolivia, me dijo que él confrontó al Ché después de su captura con las alrededor de dos mil ejecuciones de las que había sido responsable a lo largo de su vida. Él dijo que todos esos eran agentes de la CIA y no se refirió a las cifras, recuerda Rodríguez. Las cifras más elevadas pueden incluir eecuciones que se llevaron a cabo meses después que el Ché había cesado de ser el jefe de la prisión Vaya y lea el artículo completo (en inglés),http://www.tnr.com/user/nregi.mhtml?i=20050711&s=vargasllosa071105&pt=0YHNocVOEr3Q%2F3fDaehtod%3D%3D, y piénselo dos veces antes de usar una de esas franelitas rojas con la cara del Ché.
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En enero de mil novecientos cincuenta y nueve trabajé a las órdenes del conocido dirigente en la Comisión Depuradora, Columna Ciro Redondo, fortaleza de La Cabaña. Recién graduado de abogado y con el entusiasmo propio de quien ve a su generación subir al poder. Formé parte del cuerpo instructor de expedientes por delitos cometidos durante el gobierno anterior, asesinatos, malversaciones, torturas, delaciones, etc. Por mi escritorio pasaron expedientes de acusados como el comandante Alberto Boix Coma, quien reportaba los partes de guerra gubernamentales y Otto Meruelo, periodista. La mayoría de los encartados eran militares de baja graduación, y políticos sin relieve ni carisma. Por su parte, los testigos fueron jóvenes fogosos, revanchistas, ilusos o pícaros deseosos de ganar méritos revolucionarios. Recuerdo a un teniente apellidado Llivre, de acento oriental, que me azuzaba. "Hay que dar el chou, traer de testigos a revolucionarios de verdad, que se paren ante el tribunal y pidan a gritos; justicia, justicia, paredón, esbirros.. Esto mueve a la gente." El entonces comisionado por Marianao, una vez nos axhortó, " A éstos hay que arrancarles la cabeza, a todos." De inicio componíamos los tribunales letrados civiles y militares, bajo la dirección del capitán Mike Duque Estrada y los tenientes, Sotolongo, Estevez, Rivero que terminó loco y los fiscales Tony Suárez de la Fuente, Pelayito apellidado "paredón o charco de sangre," entre otros, quienes en su casi totalidad desertamos a causa de los excesos a la vista. Posteriormente aforados sin instrucción legal, ocuparon nuestros puestos. Hubo familiares de víctimas del anterior régimen a quienes cupo juzgar a los victimarios. Entre ellos, el capitán Oscar Alvarado, cuyo hijo Oscarito, fuera horriblemente ultimado por paramilitares. Pero Alvarado dejó un rastro de cordura y equidistancia a la hora de dictar sentencias. El primer procesado que tuve ante mis ojos se llamaba Ariel Lima, exrevolucionario pasado al bando gubernamental, su suerte estaba echada; vestía de preso, lo vi esposado y los dientes le temblaban. De acuerdo a la ley de la Sierra, se juzgaban hechos sin consideración de principios jurídicos generales. El derecho de Habeas Corpus había sido suprimido. Las declaraciones del oficial investigador constituían pruebas irrefutables. El abogado defensor limitaba su acción a admitir las acusaciones aunque invocando la generosidad del gobierno, solicitaba una disminución de la condena. Por aquellos días Guevara era visible con su boina negra, tabaco ladeado, rostro cantinflesco, y brazo en cabestrillo. Estaba sumamente delgado y en el hablar pausado y frío, dejaba entrever su "posse" de eminencia gris y total sujección a la teoría marxista. En su despacho, se reunían numerosas personas discutiendo acaloradamente sobre la marcha del proceso revolucionario. Sin embargo, su conversación solía cargarse de ironía, nunca mostró alteración de temperamento y tampoco atendía criterios dispares. A más de un colega lo amonestó en privado, en público a todos: su consigna era de dominio público. "No demoren las causas, esto es una revolución, no usen métodos legales burgueses, las pruebas son secundarias. Hay que proceder por convicción. Es una pandilla de crimnales, asesinos. Además, recuerden que hay un tribunal de Apelación." El tribunal nunca declaró con lugar un recurso, confirmaba las sentencias de oficio y lo presidía el comandante Ernesto Guevera Serna. Las ejecuciones tenían lugar de madrugada. Una vez dictada la sentencia, los familiares y allegados estallaban en llantos de horror, súplicas de piedad para sus hijos, esposos etc. La desesperación y el terror cundían por la sala. A numerosas mujeres hubo que sacarlas a la fuerza del recinto. El siguiente paso era la capilla ardiente donde por última vez se abrazaban unidos por el dolor. Aquellos abrazos por minutos parecían preludiar un largo viaje. Al quedarse solos hubo quien se resistió hasta el instante de la descarga, otros iban anonadados, trémulos, abismados; un policía como última merced solicitó que le dejaran orinar, varios sentenciados ese día conocieron qué era un sacerdote, más de uno murió proclamando "soy inocente." Un bravo capitán dirigió su propia ejecución. Presenciar aquella carnicería a manos de bisoños y lombrosianos, fue un trauma que me acompañará hasta la tumba y tengo por misión divulgar hasta la tumba, a los cuatro vientos. Durante aquellas horas los muros del imponente castillo medieval recogieron los ecos de las marchas en pelotón, rastrillar de los fusiles, voces de mando, el retumbar de las descargas, los aullidos lastimeros de los moribundos, el vocinglerío de oficiales y guardias al ultimarlos. El silencio macabro cuando todo se había consumado. Frente al paredón huellado por las balas, atados al poste, quedaban los cuerpos agonizantes, tintos en sangre y paralizados en posiciones indescritibles; manos crispadas, expresiones adoloridas, de asombro, quijadas desencajadas, un hueco donde antes hubo un ojo. Parte de los cadáveres con la cabeza destrozada y sesos al aire a causa del tiro de gracia. De lunes a sábado se fusilaban entre uno y siete prisioneros por jornada; fluctuando el número conforme a las protestas diplomáticas e internacionales. Las penas capitales estaban reservadas a Fidel, Raúl, Ché y en casos menores al tribunal o al Partido Comunista. Cada integrante de pelotón cobraba quince pesos por ejecución y era considerado combatiente. A los oficiales les correspondían veinticinco. En la provincia de Oriente se aplicaron penas máximas sumarísima y profusamente; pero no poseo cifras confiables. Presumo que algunos cálculos son exagerados. Aunque en total en La Cabaña, hasta el mes de junio de aquel año, debieron fusilarse no menos de seiscientos reos, más un número indefinido de condenas a prisión, producto de una lucha en que murieron unas cuatro mil personas entre ambos bandos. En contraste, como resultado de la Segunda Guerra Mundial, donde entre bajas en frentes de batalla, campos de concentración, bombardeos, etc, se calculan cuarenta millones de víctimas. Sin embargo, en los procesos de Neurenberg la pena capital únicamente se aplicó a doce criminales de guerra. Posteriormente otros tres o cuatro casos, fueron ajusticiados en Israel. Estos datos sucintos serían útiles al señor Dido o Dindo tanto en aras de cierto balance en el libro, como para ilustración personal en torno a su apologado.
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VIVA EL CHE MUERTO
El Che Guevara tiene mucho más éxito muerto que vivo. El 9 de octubre de 1967, llevaba 11 meses tratando de llevar la revolución a Bolivia. El y su pequeño pelotón se las habían arreglado para no reclutar ni un solo seguidor entre el campesinado boliviano. Todo lo que habían podido hacer, antes de que finalmente se vieran acorralados, fue matar a unos 50 civiles y soldados, en su mayoría mediante emboscadas. No es ése un buen camino cuando el ideal es la revolución en toda la América del Sur para formar un solo estado comunista. El Coronel Joaquín Zenteno estaba al mando cuando el Che fue herido y capturado, junto a dos de los suyos; los demás murieron en el combate. Fue una captura bastante significativa, aunque el Che distaba mucho de ser la Estatua de la Antilibertad que es en este momento. Por supuesto, ya había combatido y tenido éxito junto a Fidel Castro en la Sierra Maestra de Cuba, en 1959. Había sido miembro del Gabinete de Castro. Pero era un alma inquieta y, después de escribir un cuaderno titulado "Guerra de Guerrillas" , empezó a recorrer las capitales europeas y durante meses trató de estimular la revolución en el Congo. El rumor entre los cognoscenti era que Castro quería deshacerse de él, en parte debido al natural carisma del asmático fumador en pipa -aficionado a las boinas, lector de poemas y doctor en medicina - con su sonrisa socarrona y su peinado a lo Beattle. Todo eso resultaba irritante a Castro, que no cree en eso de compartir el escenario, como descubriera su hermano, entre otros. De modo que cuando el Che dio a conocer su intención de partir para colonizar a toda la América Latina en nombre de la revolución, Castro fue fácilmente persuadido de que debía dejarlo salir de Cuba. Cuando el Che fue capturado, en el alto mando boliviano se planteó de inmediato la interrogante: ¿Qué hacer con él? Fue llevado a una pequeña escuela de La Higuera, en donde vivían 175 campesinos, con caminos de tierra y electricidad intermitente. El General René Barrientos, Presidente de Bolivia, ya había lidiado con Regis Debray. Debray era un joven anarco-comunista francés que, al estilo de Fred el Rojo, de Alemania; y del Che Guevara trataba de librar al mundo del capitalismo, los militares y las libertades civiles, y fue capturado en plena actividad terrorista. Ese mismo año había sido juzgado en Bolivia, un juicio que sirvió para organizar las fuerzas de la izquierda internacional, precipitando una larga filípica del filósofo Bertrand Russell, que arremetía contra todo el que calificara a Regis Debray de criminal de guerra. Barrientos no quería más de eso y, por consiguiente, dio instrucciones a Zenteno de que interrogara a Guevara al día siguiente y, después, lo ejecutara. Cuando, la tarde anterior, el Che se encontró frente a un soldado que pudo haberlo matado a quemarropa, le gritó: "­No dispare ­No dispare Yo soy el Che Guevara y valgo para usted mucho más vivo que muerto" . Pero a la mañana siguiente se dio cuenta de que el alto mando boliviano no estaba de acuerdo en que Guevara era más valioso vivo. Hacia el fin del interrogatorio escuchó cuatro disparos provenientes de la habitación contigua. "Ahí van Willy y Aniceto" , observó, refiriéndose a los dos prisioneros sobrevivientes. El sargento encargado de ejecutarlo preguntó si el Che sería lo suficientemente gentil como para dejarle su famosa pipa. El Che le dijo algo irreverente. El no asumió una actitud muy cristiana hacia los que habrían de ejecutarlo. El Che Guevara había tenido sus propias dificultades con guerrillas. En Camagüey, Cuba, en 1962, operaba un movimiento guerrillero anticastrista. Cuando los guerrilleros fueron capturados, el Che Guevara estaba al mando de los militares y el Che dio orden de ejecutar a los guerrilleros. Pero ahora, los mismos campesinos que no quisieron ayudar al Che vivo, y que incluso dijeron a los militares dónde podían encontrarlo, hablan con veneración del "Santo Che" . Su busto se levanta en la plaza de La Higuera, junto a fotografías colocadas en altares provisionales del Papa Juan Pablo II e imágenes de Jesús. La publicidad no se detiene ahí, se encuentran imágenes del Che en relojes Swatch, una cerveza inglesa, ropas, esquíes, un sitio del Web, un disco compacto de rock, y cinco biografías, además de los anuncios de seis películas. "Los grandes sueños se realizan con grandes sacrificios" , dijo la hija mayor del Che en la ceremonia que tuvo lugar en La Habana cuando se recibieron los huesos del Che, enviados por avión. Ella terminó su discurso con las palabras con que su padre terminaba los suyos: "Hasta la victoria siempre. Patria o muerte" . La patria del Che era, de acuerdo con su lugar de nacimiento, Argentina; de acuerdo con su ideología, la Unión Soviética. Sus huesos descansan en uno de los tres países que quedan que todavía se guían por su credo.
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No hay que enterrarlo. Destruirlo Al Che Guevara no hay que enterrarlo. hay que hacerlo cizco. Hay que destruir el mito sobre su persona. Y la única forma es exponiendo al mundo, y sobre todo a los jóvenes, que no fue ni un valiente, ni un amigo de los pobres; ni un idealista... Que no fue un santo varón sino todo lo contrario. De sus manos no se puede borrar la sangre que derramó cobardemente. Está impregnada en esos huesos que están buscando para hacerle un panteón de glorificación, estilo de la momia de Lenín, en La Habana. Porque el Partido Comunista Cubano está girando, lentamente, hacia un tipo de reciclaje en que dirigido por Castro y envuelto en la pretendida santidad del Che Guevara, y tergiversando a Martí, mostrar una cara maquillada, al mundo que le permita, a la Nueva Izquierda Internacional, vencerlo, en forma tal, que pueda recibir los cuantiosos créditos que necesita para mantenerse en el poder. Pero "aunque se vista de seda la mona, mona se queda". Y para despojarlo del maquillaje y del nuevo ropaje hay que hacerlo tierra, mostrando la verdad, de la figura del Che, convertido en un mito, en "el amigo de los desheredados", por el Comunismo Internacional". Hay que ver al hombre históricamente. No hizo nada pero hizo todo. El todo que nos tiene cuarenta años en este destierro: comunizó a Cuba. Fue la figura a través de la cual los soviéticos penetraron; destruyendo las instituciones republicanas. Fue como el Padre José, aquella Eminencia Gris de Richeliu, del cual, A. Huxley ha dejado una biografía sensacional. No hizo nada, pero lo hizo todo: destruirnos la patria. Hacer polvo su economía; instaurar la violencia y la crueldad, mancomunado del brazo del Máximo Líder --el César para un dialoguero-- y de Raúl Castro. En la biografía de Lee Anderson aparece del brazo de los Castro, de la "Robolución Cubana". De la sangre y el crimen. La figura de este hombre, de este asesino sin entrañas, hay que descarnarla ante el mundo y dejar al desnudo la frialdad de sus crímenes y de sus fracasos; que fueron el todo que destruyó una nación y la sembró de cadáveres y de cientos de cárceles. Que la hizo un gigantesco campo de concentración. No se puede permitir que los jóvenes de Cuba sigan pensando que "el camino es el Che". "Que el hombre a imitar es el Che". De que fue un ser "que lo dio todo por los humildes", y que por ellos sacrificó su vida. Y con el machacar constante la dictadura tecnológica --como llamó Albert Speer a la nazi-- hoy en día, es lo que cree la juventud cubana. Hasta los cubanos de alla, los más cristianos; los más apegados a su iglesia, aunque traten de rebatir el comunismo, aunque señalen sus errores, tienen metido en el alma el veneno del marxismo. Yo tengo aquí una publicación de una Diócesis Cubana. De una de las mayores del Catolicismo Cubano. En ella escriben jóvenes que buscan a Cristo; que creen estar completamente en Cristo. Pues bien, en el fondo de la publicación, en el fondo del alma de estos jóvenes, se ve, como un velo muy sutil, el que "sea Castro el que haga las reformas en Cuba". En una palabra que el comunismo se recicle si fuera necesario. Aqui está la publicación. Es la de Camagey. Verán que lo que señalo es una realidad como un templo. Es decir, jóvenes que rezan todos los días; jóvenes que buscan dar la libertad a Cuba, no han podido ser inmunes --a lo mejor ni lo saben-- al peligro de la contaminación marxista. A esa contaminación a la que le quieren buscar un "Santo Atea", para poderla mantener en el mañana, en una Cuba Libre. Les quieren santificar al Che Guevara. ¿Y al Che Guevara hay que enterrarlo y no hablar más de él? Ya verán a las multitudes gritando de que el Che también fue cristiano. De que el Che luchó por los desheredados. Pues bien, esta serie de artículos que de hecho con repugnancia de su figura, sólo tienen un objetivo: desmitologizarlo. Mostrar las entrañas llenas de pus como en el "retrato famoso" de la novela de Oscar Wilde. Nosotros regresaremos y el comunismo caerá. Está en sus últimas boqueadas. Y nos encontraremos que la labor más grande que hay que hacer en Cuba, es la de eliminar el veneno rojo dejado por el comunismo. Que ha tocado hasta el último segmento de la vida cubana. Hay que volver a las enseñanzas de Martí, en forma máxima, enseñándole al cubano que Martí fue, de verdad, "el santo de América", como le llamó Rodríguez Embil. Que su Evangelio de piedad y de dignidad humana sí está basado en las enseñanzas del Señor; en lo mejor del Cristianismo; en lo más puro del hombre. Que Martí ni fue comunista, ni socialista. Que todo eso que dicen los marxistas es una "canallada" y una engañifa total y absoluta. Cuando hayamos limpiado cada alma cubana de la corroña marxista podemos decir que el Che Guevara hay que enterrarlo. Antes no.

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